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viernes, 3 de agosto de 2018

Desembarco y odisea del general Goicuría en las costas de Gibara



El lunes 24 de enero de 1870 el General Domingo Goicuría y su edecán Capitán José de Lamar, salieron de la vivienda de la familia Pimentel en la calle Unión, en la ciudad de Nassau, dirigiendo sus pasos hacia el almacén de Diego Loynaz, quien como agente de Cuba en aquella localidad, estaba al tanto de todo lo  concerniente a la actividad política del General.
Durante el recorrido Goicuría informó a su compañero que sobre la goleta Azorian, surta en la bahía debían embarcar a todos los treinta y cuatro patriotas que estaban en el puerto, valiéndose para ello de los botes situados en la orilla; advirtió el General a Bello, que estaba responsabilizado con el personal, que hiciera todo lo posible porque nadie se despidiera de sus familiares, ni llevara equipaje para no llamar la atención.
A las dos de la tarde de ese mismo día ya se encontraban a bordo de los expedicionarios, cuando cerca fondeó un vapor de guerra inglés acompañado del yate Anna, al que traía a remolque, luego de haberlo encontrado en aguas jurisdiccionales inglesas, sin combustible y en espera para trasladar a Cuba la segunda expedición.
A las tres de la tarde embarca el general Goicuría y su sobrino político, Domingo Mora, después de haber sostenido un fuerte altercado con el cónsul de España, señor Acosta. Este individuo, sabedor hacia donde se dirigía Goicuría le echó en cara que iba a turbar la paz en los dominios españoles.
Era el comandante y propietario de la goleta Azorian, Williams Sophias Eneas, natural de Bahamas, de unos 35 años de edad, casado, de estatura mediana, fornido, rubio, bondadoso, honrado y valiente, descendiente de padre portugués y madre oriunda de Las Bermudas. Este se había comprometido a trasladar a los patriotas cubanos por la suma de trescientos pesos, hacia la isla Fortune donde los esperaba la goleta Herald of Nassau cargada de armas. En la Aduana de Nassau el capitán Eneas había declarado que llevaba a los cubanos a pescar esponjas en las cercanías, pero, dijo el marino conocedor de la forma de pensar de las autoridades marinas de la Isla, que la cantidad de hombres a trasladar sobrepasaba en mucho la común cantidad que las autoridades estaban acostumbrados a ver partir a hacer pesquerías. En vista de lo dicho por el dueño de la embarcación, Goicuría ordenó que doce de los “presuntos excursionistas” bajaran a tierra, pero los doce se negaron a hacerlo. Eneas, comprendiendo, dio las órdenes a la tripulación para que pusieran la goleta en marcha.
Apenas iniciadas las primeras maniobras, y cuando avanzaban a lo largo  del canal existente entre la isla Hang y New Providence, avistaron el vapor Conde de Venadito, que minutos más tarde fondeó a escasos metros del Azorian y recibió al cónsul español en persona. Este incidente intimidó a la tripulación de la goleta que se niega a continuar el viaje y tomando dos botes se marcharon en compañía de un revolucionario desertor. Sin marineros, Eneas propone devolver el dinero y no hacer el viaje, pero la respuesta de los patriotas fue que ellos vendrían a Cuba de todas formas y que solo muertos abandonarían la embarcación. Eso obligó al dueño de la goleta a fondear y bajar a tierra a buscar una nueva tripulación.
Vapor Conde Venadito
Al  día siguiente, alrededor de las siete de la mañana Eneas regresó con los nuevos tripulantes e informó al general Goicuría que en horas de la noche el comandante del Conde de Venadito había bajado a tierra y manifestando no creer que los cubanos se atrevieran a salir rumbo al destino real que todos sabían y menos aun sabiéndose estrictamente observados, pero que de todas formas ellos estaban preparados para detenerlos cuando se encontrasen en alta mar. No obstante la decisión fue ponerse en movimiento.
A las 7 de la mañana de día 26 la Azorian fondeó frente al caserío de Rock-Sound en Eleuthera, distante unas 70 millas de Nassau. Al llegar, Goicuría prohibió a los expedicionarios que descendieran a tierra hasta que no lo hubieran hecho los marineros. Asimismo el general dijo a sus hombres que hicieran correr la noticia de que ellos no tenían ningún móvil hostil contra las autoridades coloniales de Cuba.
A las 7 de la mañana del 30 de enero la goleta Azorian abandonó la bahía de Rock Sound. Pasaron cerca de la pequeña CatIslands y luego fondearon a casi una milla de Devils Point, en una  Isla de San Salvador (CatIslands Grande).
El 1 de febrero aproximadamente a la 2 de la  tarde, después de pasar muy cerca de Grooked Islands (Isla Jorobada), fondearon frente a Isla Fortune donde únicamente desembarcó el general Goicuría, que se alojó en la casa de Theodore Farington. Al día siguiente bajó a tierra el resto de los expedicionarios quienes se acuartelaron enun almacén cercano a la playa.
En la propia tarde del día 2, el general Goicuría llegó al cuartel y tras formar a los patriotas les informó que el coronel quentuquianoJhon Ashby, iba como simple pasajero y sin empleo alguno en la expedición, toda vez que el militar deseaba ofrecer sus servicios al gobierno cubano en armas; asimismo informó que su edecán José Lamar era también su segundo al mando y que sería este quien lo remplazarlo en caso de muerte; y que el Dr. Federico Incháustegui, médico de la fuerza, no estaba obligado a prestar otros servicios ajenos a  su profesión. Finalmente que el capitán José Hernández y el  sargento Leopoldo Valdés eran los encargados de guardar el orden y la disciplina.
El día 5 la goleta Herald of Nassau fondeó a unos 300 metros del cuartel expedicionario.
En la tarde del 6 de febrero, Goicuría ordenó a su segundo tener lista toda la fuerza para iniciar el embarque en el Herald of Nassau a las 10 de esa noche. Conocida la hora de partida los expedicionariosaprovecharon para escribir cartas de despedida a sus familiares, incluso el propio general escribió a su madre pero tuvo la precaución de fechar la carta como si estuviera en New York.
A las 9 de la noche los primeros grupos abandonaron el almacén que les servía de albergue y dirigieron sus pasos hacia el sitio seleccionado para la partida.
La operación de embarque concluyó alrededor de la 10 y media cuando subió a bordo el jefe de la expedición, quien inmediatamente comprobó que el agua potable que llevaban estaba corrompida porque no la habían renovado como era inteligente hacer y que un barril con 25 libras de pólvora y varios cajones con cápsulas, asi como otros materiales inflamables, habían sido amontonados en la popa, y en la proa las cajas de fusiles, sables y monturas.
A las 6 de la mañana del día 7 los patriotas notaron la ausencia del timonel Domingo Mora. Goicuría preguntó si alguien conocía el manejo de una  embarcación de porte mayor, como era en la que se iban a embarcar; tres hombres aseguraron que eran boteros de profesión y de inmediato fueron nombrados como timoneles.
Precisamente fueron ellos quienes hicieron ver que no poseían mapa de navegación ninguno en el que estuviera trazada la ruta a seguir. Goicuría mandó que bajaran dos botes y que en ellos fueran algunos hombres a pedir un mapa al capitán de la Azorian que todavía estaba fondeada cerca, pero apenas bajaron los botes tuvieron que izarlos de inmediato porque aquellos estaban tan dañados que el agua les entraba como si se trataran de cestas de mimbre. Formando bocinas con las manos el general les  comunicó su  necesidad a Eneas; este les mandó las cartas de navegación solicitadas.
Entonces levantaron anclas y pusieron rumbo hacia las costas cubanas, donde esperaban que les estuvieran aguardando, porque Goicuría había avisado al presidente Carlos Manuel de Céspedes que llegarían por Río Seco, en las costas del actual Banes.
No habían avanzado más que media milla cuando comprobaron que la goleta también hacía aguas. Dispuso el generalque un hombre hiciera funcionar la bomba constantemente y otro se colocara en proa y que diera cuenta de los peligros que pudieran amenazarlos durante la navegación.
Hasta el 9 de febrero la navegación de la goleta Herald of Nassau se vio interrumpida por la calma. Pero desde las nueve y treinta de este día comenzó a soplar un viento húmedo… entonces se ordenó que se aferraran las velas nada más dejando libres los foques del botalón de proa paraque la embarcación no cabeceara demasiado.
A las 10 la tempestad se enfureció. Por eso se dispuso que el timonel, el centinela de proa y el sirviente fueran atados en sus puestos para evitar que las olas se lo llevaran. Hecho, esperaban haber resuelto y que avanzarían de todas formas, pero entonces el viento rompió las amarras de las velas y la botavara de la mayor alcanzó al coronel Ashby, lanzándolo escaleras abajo hasta dar sobre los cajones de municiones; cuando el médico lo examinó supo que el golpe le había fracturado la clavícula.
Sin otros males terminó la tormenta. Los expedicionarios repararon los daños y la goleta continuó desplazándose. A medianoche el centinela avistó tierra y alertó acerca dela posibilidad de que el barco encallara. Orientó Goicuría al timonel que se moviera un cuarto al oeste y tirara el ancla.
Juan Santos natural de Cárdenas, que en esos momentos empuñaba  la caña del timón, gobernó la goleta conforme a la orden recibida. Entonces los expedicionarios lanzaron el ancla, pero en la operación se rompió la cadena y el timón se perdió. A la deriva como estaban amanecieron al 10 de febrero con viento y mar furioso. Al mediodía divisaron las crestas de las montañas de Holguín… y a unos trescientos metros de ellos vieron a la goleta Ciudad de Cádiz, que navegaba hacia el sur y más allá dos cañoneras que iban muy pegadas a la costa. (Horas después comprobaron que las cañoneras entraban al puerto de Gibara).
Sin poder navegar hacia el lugar de Banes donde esperaban desembarcar, los expedicionarios continuaron a merced de las olas y de pronto, encallaron en el lugar conocido como Los Caletones. No les quedaba otra alternativa como no fuera desembarcar…
Playa Caletones
Con la bandera cubana enarbolada en el brazo izquierdo y un sable desenvainado en el derecho, el general Goicuría fue el primero en saltar a tierra. A aquel hermoso anciano de barba blanca y larga hasta la cintura, le siguió el resto de los expedicionarios.
En tierra ya, al capitán Hernández con cuatro hombres le dieron la orden de cubrir el camino del lugar del desembarco a Gibara hasta tanto Lamar, con igual cantidad, y armados de machetes cortaban las malezas del frente para que por allí pasara la “mercancía” que habían traído.
Apenas llegó a tierra una mínima parte del cargamento, el general reunido con un grupo de sus acompañantes, determinó abandonar el resto y adentrarse lo más velozmente tierra adentro. Lo hicieron. A cien pasos a la vanguardia, el capitán Lamar con cuatro hombres, iba explorando el camino; mientras el general con el grupo principal marchaba al centro. Cerraba la comitiva el capitán Hernández con otros cuatro que iban a la retaguardia. Cada hombre llevaba el doble de armas.
El cargamento que pudieron bajar a tierra y que llevaban consigo consistía en 40 Rémington,  24 cápsulas por pieza, 2 Winchester, 1 Peabody, 17  revólveres, la mochila de cada cual y dos banderas, una completamente roja y con una  estrella blanca y otra cubana, de seda; ambas habían sido regaladas por unas emigradas cubanas.
Alrededor de las cinco y treinta de la tarde un enviado del jefe de la vanguardia informó al general que se había descubierto una choza de guanoy varios casquillos vacío con el rótulo de Maestranza de artillería; ello decía claramente que en el bohío estaba o había estado una tropa española. Goicuría decidió que todos se unieran a la vanguardia y una vez hecho mandó que la fuerza avanzara en guerrilla sobre la casa, no sin antes recomendar que cuidaran no herirse entre sí al abrir el fuego. Avanzaron con precaución, pero al llegar se encontraron con que la casa había sido abandonada días antes, según permitían suponer las huellas encontradas y la gran cantidad de plumas de aves, al parecer cazadas por los soldados durante el tiempo que  permanecieron allí.
Mandó el general a sus hombres que descansaran en las inmediaciones o adentro del bohío hasta el día siguiente. Mientras lo hacían a uno de sus hombres, Carlos García, se le escapó un tiro del fusil. Sin ninguna otra novedad transcurrió la noche.
Al amanecer del día siguiente prosiguieron la marcha por un interminable bosque. Aproximadamente a las 10 de la mañana el general decidió abandonar la ruta seguida hasta entonces y dirigirse en busca de la costa. (Esa fue la peor de todas sus decisiones, pues comenzaron a caminar por los afilados y abundantes arrecifes que les destrozaron los zapatos).
Luego de cuatro horas de fatigosa caminata por el diente de perro y nada más haber avanzado una legua, se vieron obligados a internarse nuevamente en el bosque. Y entonces sucedió que el capitán Hernández y otros dieciséis expedicionarios se arrojaron a tierra asegurando que el cansancio les impedía continuar. Mandó el general que esos descansaran y que los demás continuaran avanzando. Para que los que quedaban los pudieran encontrar cuando se pusieran en camino mandó que se dejaran ramas de árboles cortadas.
Así los de la vanguardia atravesaron el claro de La Resbalosa y acamparon a unas tres leguas de donde habían quedado los cansados. Allí pasaron la segunda noche en tierra.
Al amanecer del 12 de febrero el general y sus acompañantes volvieron sobre sus pasos para reunirse con los demás. Ello sucedió alrededor de las ocho de la mañana.
Mientras se reunía toda la tropa, cuatro expedicionarios que se habían adelantado por un sendero para explorar, regresaron trayendo consigo gran cantidad de papas (patatas), caña, lechosas y  plátanos… hacía dos días con sus noches que los hombres de Goicuría no habían probado bocado alguno.
Terminado el festín, mandó el general que diez hombres desarmados fueran a acopiar mayor cantidad de comestibles. Esos, cuando hubieron llegado al sitio donde estaba la comida, en lugar de trasladar lo recogido se entregaron al retozo… y el enemigo, que se encontraba cerca los oyó. Sigilosamente los españoles se acercaron y pudieron apresar a cuatro de los que jugaban sanamente.
Viendo que los diez enviados por la comida no regresaban, el grueso de los demás expedicionarios fueron al lugar al que habían sido mandados. Al llegar solamente encontraron muchas huellas de humanos y de bestias. Aunque era peligroso hacerlo, llamaron repetidamente, y entonces del bosque cercano salieron cinco de los diez que habían ido por los suministros; esos contaron que habían sido atacados por unos treinta  cubanos montados a caballo, entre los que se encontraba un moreno  andrajosos.
El anterior informe tenía mucho de incierto porque los atacantes eran soldados voluntarios de Velasco, mandados por el asturiano José Antonio Palacios, teniente comandante de la partida de exploradores al servicio de una fuerte columna de aproximadamente 425 hombres al frente de la que se hallaba Marcelino García Obregón, comandante graduado, teniente coronel de  la  infantería y gobernador de la ciudad de Holguín, famoso por su gran arrojo. Esos ya tenían noticias del desembarco y habían salido a apresar a los recién llegados.
Los expedicionarios aprehendidos eran Francisco O'Ryan de 23 años, Carlos Caballero de 19, Eduardo Gazel de 18 y Domingo Abréu de 17. Los cuatro fueron conducidos a la ciudad de Holguín y una vez juzgados en consejo de guerra verbal, fueron ejecutados, pero antes los obligaron a firmar el siguiente documento dirigido al jefe militar supremo de las fuerzas españolas, conde de Valmaseda:
"Excelentísimo Señor: Los abajo firmantes, reos sentenciados a muerte por las leyes militares que en las actuales circunstancia rigen en la isla, a  Vuestra Excelencia las lágrimas de arrepentimiento, engañados por el falso amor a la patria".
De los diez enviados por suministros, uno se perdió en el bosque. Aunque ese logró alcanzar el bosque, desorientado, no logró reincorporarse.
Cuando supieron de la presencia enemiga, mandó el general a sus hombres que acamparan y preparados para ofrecer combate, esperaron, pero las tropas enemigas no aparecieron. Al día siguiente contramarcharon hacia la  Resbalosa. Encontraron allí los restos de una choza quemada, un hoyo donde se recogía el agua de lluvia y un punto donde confluían cuatro senderos. Donde se unían dos de los dichos senderos, colocó el general una  emboscada, luego de regar cáscaras de cañas y huellas falsas para desorientar al enemigo.
Alrededor de la dos de la tarde los expedicionarios emboscados vieron a dos hombres armados que se acercaban… los dejaron acercarse y cuando estuvieron a tiro de fusil les dieron el alto, pero ellos, en vez de entregarse emprendieron la fuga a veloz carrera. Los expedicionarios dispararon sobre ellos y los mataron. Cuando revisaron sus pertenencias supieron que se trataba de espías.
Diez minutos más tarde de abatir a los espías, los emboscados vieron que al claro de La Resbalosa llegaba un sinnúmero de soldados que estaban tomando posición de combate. (Eran esos parte de la columna de Obregón, formada por voluntarios de Velasco, Uñas, Auras y Gibara).
Por cierto, sin saber que allí estaba la embocada preparada por los expedicionarios que andaban buscando, una guerrilla bajo el mando del subteniente Palma fue a dar precisamente al donde aquellos estaban escondidos. Los revolucionarios no atacaron a los que se les aproximaban porque aquellos eran más en número. Lo que hicieron fue esconderse entre la maleza del bosque cercano.
Pero aunque los expedicionarios no fueron vistos, sí fueron oídos. Un subteniente español les dio el alto y los cubanos respondieron disparándoles. Entonces los españoles trataron de cargar a la bayoneta por  el frente mientras lanzaban un grupo de guerrilleros por el ala izquierda expedicionaria. La acción, mientras, la animaron con el toque de degüello de la corneta.
Recibido el enemigo con certeros disparos de los cubanos, muy pronto en el campo quedaron muertos cuatro hombres de las fuerzas españolas y un herido que logró escapar a gatas.
El subteniente español reunió a sus hombres y los arengó, recordando otros hechos de armas y nuevamente los lanzó al ataque, pero igual la suerte fue contraria a ellos. Amedrentados los hombres a favor de España por las bajas sufridas en solo doce minutos, a lo único que atinaron fueron a cubrirse.
El general Goicuría, vestido con un pantalón de paño negro, camisa de  franela roja con bolsillos, sombrero de castor negro con cordón dorado, escarapela cubana con estrella de plata y ceñido con un ancho cinturón de cuero negro y con una gran estrella sobre unos de sus hombros, al principio del combate se paseó de uno y otro extremo de la  línea armado de revólver, recomendando a los patriotas no disparan sin haber apuntado antes a la cintura. Una vez culminado el encuentro dispuso el general la retirada por dentro del bosque ante el temor de que los caminos estuvieran  ocupados.Como guías iba el edecán con Manuel Oliva, Nicolás Álvarez, Juan Moré y Felipe Tabares.
Después que la vanguardia anduvo un buen trecho, notaron que el general y la fuerza expedicionaria no les seguían como había ocurrido al inicio de la marcha, por eso regresaron llamándolos; e incluso, dispararon sus fusiles para hacerse oír mejor, pero la única respuesta que obtenían era el eco de  sus  propias voces y de los disparos, (a partir de ese momento no volvieron a reunirse los de la vanguardia y el resto de sus compañeros).
Al oscurecer los de la vanguardia se echaron a tierra completamente quebrantados por la fatiga, desorientados por las vueltas dadas mientras buscaban a los suyos… tenían en su poder cien tiros y varios fusiles, por lo que acordaron defenderse si el enemigo los atacaba y caminar al día siguiente para tratar de incorporarse a alguna fuerza cubana que estuviera en las inmediaciones.
A la mañana siguiente los cinco hombres que habían conformado la vanguardia, prosiguieron la marcha por dentro del bosque. Al atardecer acamparon sin haber comido más que dos naranjas agrias. Dos días después, hambrientas, solitarios por el bosque de maniguas bajas que crecen sobre el diente de perro, determinaron que era preferible entregarse al enemigo y ser ejecutados que seguir en aquella situación llena de penalidades sin término. Aproximadamente a las 10 de la mañana del 15 de febrero Manuel Oliva y Nicolás Álvarez tomaron por un sendero que los condujo a una emboscada del enemigo; apresados fueron llevados nuevamente a La Resbalosa, donde los pasaron por las armas.
Los otros tres, Juan Moré, Felipe Tabares y Lamar continuaron caminando. Al mediodía del 15 de febrero llegaron hasta el camino real… por más que Lamar les hizo ver lo equivocada que era su decisión, Moré y Tabares no quisieron internarse nuevamente en el bosque y siguieron caminando por el camino real. Al rato arribaron a la casa de un campesino que les regaló un pedazo de carne y les indicó el lugar donde podían encontrar las fuerzas cubanas mandadas por Loreto Vasallo. Los dos combatientes, llenos de esperanzas, siguieron la marcha hasta que encontraron a un miserable que los entregó a los voluntarios de Velasco. Trasladados a ese lugar los pasaron por las armas, junto al campesino que los había alimentado y también al traidor que los delató.
Mientras tanto Lamar, segundo jefe de la expedición, continuó solo y  extraviado en el monte, alimentándose con frutas, y carne corrompida de animales muertos, delirando por la debilidad y con el  brazo izquierdo casi inutilizado por los dolores reumáticos. En la mañana del día 23 de febrero divisó a una campesina que desde la puerta de su choza lanzaba maíz a las aves y hacia allí se  dirigió. La mujer y su hijo al verlo llamaron a gritos al dueño de la  casa, Bruno de la Cruz, quien apareció con dos hijos  más e  igual cantidad de vecinos. Por Bruno supo Lamar que se encontraba en Vega del Mano jurisdicción de Holguín y que quienes le habían encontrado eran partidarios de la bandera española, no obstante esos le brindaron comida y lo dejaron descansar desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde, en que lo despertaron para llevarlo ante el capitán pedáneo del caserío de Velasco.El señor Cruz se excusó por su proceder diciéndole a Lamar que  recientemente uno de sus vecinos había sido fusilado por haber servido a los expedicionarios y que eso mismo le había ocurrido a Prisciliano Cardet por encontrarse esperando a Goicuría para servirle de práctico a pesar de no conocerlo.
Entregado al enemigo, el día 30 de marzo, cerca de las 10 de la mañana, Lamar fue remitido de Velasco a Uñas y de esta a  Holguín, donde por  orden de Obregón se le encerró en una sala de distinción.Allí tuvo la oportunidad de ver a su compañero Pedro Ben, también apresado y de  conocer a Justo Osorio, condenado a 4 años por su condición de tripulantes del vapor Perrit, que había traído hasta las costas de Holguín el General Peralta.
El nueve de abril los prisioneros fueron trasladados hacia La Habana y encerrados en el Castillo del Príncipe; pocos días después los llevaron a Isla de Pinos y el 15 de agosto de 1871 fueron deportados a España.
El 3 de marzo de 1870, haciendo referencia a los resultados de la expedición, Lamar dijo que no pudo salvarse nada del cargamento y que solo 21 expedicionarios lograron incorporarse al Ejército Libertador.
 Mientras el grupo encabezado por el general Goicuría, después de vagar varios días por el bosqueen los montes de Las Calabazas lograron incorporarse a un destacamento cubano que mandaba Cornelio Rojas. (Los hombres de Cornelio Rojas habían recibido la orden de ir en socorro de los expedicionarios pero en el camino tuvieron que batirse con las fuerzas del conde deValmaseda).
Finalmente el general Goicuría marchó a reunirse con el gobierno de la  República en Armas, y, a mediados de la primavera, regresó al extranjero a buscar otra expedición.
Ejecución de Goicuría
Ya en alta mar el general Goicuría fue hecho prisionero por los marinos de un buque de guerra español y conducido ante el general Caballero de Rodas  en  puerto Príncipe. Al no responder a ninguna de las preguntas que le hicieran, fue encerrado en un local donde se negó a ser visitado por  Napoleón Arango quien hacía poco se había rendido con todas sus fuerzas. De Camagüey fue trasladado a La Habana.
Sobre su llegada y los posteriores sucesos ocurridos dio cuenta el periódico “Diario Cubano”, que se publicaba en New York, edición correspondiente al 8 de marzo de 1870:
"Habana, mayo 7. El vapor Triunfo llegó aquí anoche conduciendo al general cubano Goicuría bajo una fuerte guardia de marina. Luego fue llevado de inmediato a la cárcel, donde se reunió un consejo de guerra para juzgarlo  verbalmente.  El consejo lo sentenció a muerte por garrote. Goicuría fue puesto en capilla y hoy a las 4 de la mañana fue llevado al castillo del Príncipe y a las 8  se le dio garrote. Un gentío inmenso se reunió en lasalturas  del lugar. El general estuvo perfectamente sereno y firme hasta  lo último.
“Antes de morir Goicuría trató de hablar al pueblo o público allí presente, pero solo le permitieron decir: Muere un hombre pero nace un pueblo... A esa altura de su discurso lo interrumpieron los músicos de la banda. Entonces el general escupió con desprecio a la tropa y se sentó sobre el fatal banquillo siendo de inmediato ejecutado".
RELACION DEL CUERPO EXPEDICIONARIO:
. Juan Moré
. Leopoldo Valdés
. Manuel Bello
. Manuel de Armas
. Carlos García
. Eduardo Gazet
. Federico Inchustegui
. Francisco O' Ryan
. José de Lamar
. José García
. José Drage
. Juan Carlos
. John Ashby
. Manuel Saínz
. Manuel Oliva
. Nicolás Álvarez
. Pedro Ben
. Pedro Almeida
. Ricardo Zamora
. Los hermanos Marqetti
. Domingo Abreu
. Carlos Caballero
. Felipe Torres
. Félix Buleys González
. Ignacio Ayala
. José Hernández
. Jorge Lorge
(Y tres más cuyos nombres no recordó Lamar quien fue el que escribió esta relación en 1887).

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