El
lunes 24 de enero de 1870 el General Domingo Goicuría y su edecán Capitán José
de Lamar, salieron de la vivienda de la familia Pimentel en la calle Unión, en
la ciudad de Nassau, dirigiendo sus pasos hacia el almacén de Diego Loynaz,
quien como agente de Cuba en aquella localidad, estaba al tanto de todo lo concerniente a la actividad política del
General.
Durante
el recorrido Goicuría informó a su compañero que sobre la goleta Azorian, surta
en la bahía debían embarcar a todos los treinta y cuatro patriotas que estaban
en el puerto, valiéndose para ello de los botes situados en la orilla; advirtió
el General a Bello, que estaba responsabilizado con el personal, que hiciera
todo lo posible porque nadie se despidiera de sus familiares, ni llevara
equipaje para no llamar la atención.
A
las dos de la tarde de ese mismo día ya se encontraban a bordo de los
expedicionarios, cuando cerca fondeó un vapor de guerra inglés acompañado del
yate Anna, al que traía a remolque, luego de haberlo encontrado en aguas jurisdiccionales
inglesas, sin combustible y en espera para trasladar a Cuba la segunda
expedición.
A
las tres de la tarde embarca el general Goicuría y su sobrino político, Domingo
Mora, después de haber sostenido un fuerte altercado con el cónsul de España,
señor Acosta. Este individuo, sabedor hacia donde se dirigía Goicuría le echó
en cara que iba a turbar la paz en los dominios españoles.
Era
el comandante y propietario de la goleta Azorian, Williams Sophias Eneas,
natural de Bahamas, de unos 35 años de edad, casado, de estatura mediana,
fornido, rubio, bondadoso, honrado y valiente, descendiente de padre portugués
y madre oriunda de Las Bermudas. Este se había comprometido a trasladar a los
patriotas cubanos por la suma de trescientos pesos, hacia la isla Fortune donde
los esperaba la goleta Herald of Nassau cargada de armas. En la Aduana de
Nassau el capitán Eneas había declarado que llevaba a los cubanos a pescar
esponjas en las cercanías, pero, dijo el marino conocedor de la forma de pensar
de las autoridades marinas de la Isla, que la cantidad de hombres a trasladar
sobrepasaba en mucho la común cantidad que las autoridades estaban
acostumbrados a ver partir a hacer pesquerías. En vista de lo dicho por el
dueño de la embarcación, Goicuría ordenó que doce de los “presuntos
excursionistas” bajaran a tierra, pero los doce se negaron a hacerlo. Eneas,
comprendiendo, dio las órdenes a la tripulación para que pusieran la goleta en
marcha.
Apenas
iniciadas las primeras maniobras, y cuando avanzaban a lo largo del canal existente entre la isla Hang y New
Providence, avistaron el vapor Conde de Venadito, que minutos más tarde fondeó
a escasos metros del Azorian y recibió al cónsul español en persona. Este
incidente intimidó a la tripulación de la goleta que se niega a continuar el
viaje y tomando dos botes se marcharon en compañía de un revolucionario desertor.
Sin marineros, Eneas propone devolver el dinero y no hacer el viaje, pero la
respuesta de los patriotas fue que ellos vendrían a Cuba de todas formas y que
solo muertos abandonarían la embarcación. Eso obligó al dueño de la goleta a
fondear y bajar a tierra a buscar una nueva tripulación.
Vapor Conde Venadito |
Al día siguiente, alrededor de las siete de la
mañana Eneas regresó con los nuevos tripulantes e informó al general Goicuría que
en horas de la noche el comandante del Conde de Venadito había bajado a tierra
y manifestando no creer que los cubanos se atrevieran a salir rumbo al destino
real que todos sabían y menos aun sabiéndose estrictamente observados, pero que
de todas formas ellos estaban preparados para detenerlos cuando se encontrasen
en alta mar. No obstante la decisión fue ponerse en movimiento.
A
las 7 de la mañana de día 26 la Azorian fondeó frente al caserío de Rock-Sound
en Eleuthera, distante unas 70 millas de Nassau. Al llegar, Goicuría prohibió a
los expedicionarios que descendieran a tierra hasta que no lo hubieran hecho
los marineros. Asimismo el general dijo a sus hombres que hicieran correr la
noticia de que ellos no tenían ningún móvil hostil contra las autoridades
coloniales de Cuba.
A
las 7 de la mañana del 30 de enero la goleta Azorian abandonó la bahía de Rock
Sound. Pasaron cerca de la pequeña CatIslands y luego fondearon a casi una
milla de Devils Point, en una Isla de
San Salvador (CatIslands Grande).
El
1 de febrero aproximadamente a la 2 de la
tarde, después de pasar muy cerca de Grooked Islands (Isla Jorobada),
fondearon frente a Isla Fortune donde únicamente desembarcó el general Goicuría,
que se alojó en la casa de Theodore Farington. Al día siguiente bajó a tierra
el resto de los expedicionarios quienes se acuartelaron enun almacén cercano a
la playa.
En
la propia tarde del día 2, el general Goicuría llegó al cuartel y tras formar a
los patriotas les informó que el coronel quentuquianoJhon Ashby, iba como
simple pasajero y sin empleo alguno en la expedición, toda vez que el militar
deseaba ofrecer sus servicios al gobierno cubano en armas; asimismo informó que
su edecán José Lamar era también su segundo al mando y que sería este quien lo remplazarlo
en caso de muerte; y que el Dr. Federico Incháustegui, médico de la fuerza, no
estaba obligado a prestar otros servicios ajenos a su profesión. Finalmente que el capitán José
Hernández y el sargento Leopoldo Valdés
eran los encargados de guardar el orden y la disciplina.
El
día 5 la goleta Herald of Nassau fondeó a unos 300 metros del cuartel
expedicionario.
En
la tarde del 6 de febrero, Goicuría ordenó a su segundo tener lista toda la
fuerza para iniciar el embarque en el Herald of Nassau a las 10 de esa noche.
Conocida la hora de partida los expedicionariosaprovecharon para escribir
cartas de despedida a sus familiares, incluso el propio general escribió a su
madre pero tuvo la precaución de fechar la carta como si estuviera en New York.
A
las 9 de la noche los primeros grupos abandonaron el almacén que les servía de
albergue y dirigieron sus pasos hacia el sitio seleccionado para la partida.
La
operación de embarque concluyó alrededor de la 10 y media cuando subió a bordo el
jefe de la expedición, quien inmediatamente comprobó que el agua potable que
llevaban estaba corrompida porque no la habían renovado como era inteligente
hacer y que un barril con 25 libras de pólvora y varios cajones con cápsulas,
asi como otros materiales inflamables, habían sido amontonados en la popa, y en
la proa las cajas de fusiles, sables y monturas.
A
las 6 de la mañana del día 7 los patriotas notaron la ausencia del timonel
Domingo Mora. Goicuría preguntó si alguien conocía el manejo de una embarcación de porte mayor, como era en la
que se iban a embarcar; tres hombres aseguraron que eran boteros de profesión y
de inmediato fueron nombrados como timoneles.
Precisamente
fueron ellos quienes hicieron ver que no poseían mapa de navegación ninguno en
el que estuviera trazada la ruta a seguir. Goicuría mandó que bajaran dos botes
y que en ellos fueran algunos hombres a pedir un mapa al capitán de la Azorian
que todavía estaba fondeada cerca, pero apenas bajaron los botes tuvieron que
izarlos de inmediato porque aquellos estaban tan dañados que el agua les
entraba como si se trataran de cestas de mimbre. Formando bocinas con las manos
el general les comunicó su necesidad a Eneas; este les mandó las cartas
de navegación solicitadas.
Entonces
levantaron anclas y pusieron rumbo hacia las costas cubanas, donde esperaban que
les estuvieran aguardando, porque Goicuría había avisado al presidente Carlos
Manuel de Céspedes que llegarían por Río Seco, en las costas del actual Banes.
No
habían avanzado más que media milla cuando comprobaron que la goleta también
hacía aguas. Dispuso el generalque un hombre hiciera funcionar la bomba
constantemente y otro se colocara en proa y que diera cuenta de los peligros
que pudieran amenazarlos durante la navegación.
Hasta
el 9 de febrero la navegación de la goleta Herald of Nassau se vio interrumpida
por la calma. Pero desde las nueve y treinta de este día comenzó a soplar un
viento húmedo… entonces se ordenó que se aferraran las velas nada más dejando libres
los foques del botalón de proa paraque la embarcación no cabeceara demasiado.
A
las 10 la tempestad se enfureció. Por eso se dispuso que el timonel, el
centinela de proa y el sirviente fueran atados en sus puestos para evitar que
las olas se lo llevaran. Hecho, esperaban haber resuelto y que avanzarían de
todas formas, pero entonces el viento rompió las amarras de las velas y la
botavara de la mayor alcanzó al coronel Ashby, lanzándolo escaleras abajo hasta
dar sobre los cajones de municiones; cuando el médico lo examinó supo que el
golpe le había fracturado la clavícula.
Sin
otros males terminó la tormenta. Los expedicionarios repararon los daños y la
goleta continuó desplazándose. A medianoche el centinela avistó tierra y alertó
acerca dela posibilidad de que el barco encallara. Orientó Goicuría al timonel que
se moviera un cuarto al oeste y tirara el ancla.
Juan
Santos natural de Cárdenas, que en esos momentos empuñaba la caña del timón, gobernó la goleta conforme
a la orden recibida. Entonces los expedicionarios lanzaron el ancla, pero en la
operación se rompió la cadena y el timón se perdió. A la deriva como estaban
amanecieron al 10 de febrero con viento y mar furioso. Al mediodía divisaron
las crestas de las montañas de Holguín… y a unos trescientos metros de ellos
vieron a la goleta Ciudad de Cádiz, que navegaba hacia el sur y más allá dos
cañoneras que iban muy pegadas a la costa. (Horas después comprobaron que las
cañoneras entraban al puerto de Gibara).
Sin
poder navegar hacia el lugar de Banes donde esperaban desembarcar, los
expedicionarios continuaron a merced de las olas y de pronto, encallaron en el
lugar conocido como Los Caletones. No les quedaba otra alternativa como no
fuera desembarcar…
Playa Caletones |
Con
la bandera cubana enarbolada en el brazo izquierdo y un sable desenvainado en
el derecho, el general Goicuría fue el primero en saltar a tierra. A aquel
hermoso anciano de barba blanca y larga hasta la cintura, le siguió el resto de
los expedicionarios.
En
tierra ya, al capitán Hernández con cuatro hombres le dieron la orden de cubrir
el camino del lugar del desembarco a Gibara hasta tanto Lamar, con igual
cantidad, y armados de machetes cortaban las malezas del frente para que por
allí pasara la “mercancía” que habían traído.
Apenas
llegó a tierra una mínima parte del cargamento, el general reunido con un grupo
de sus acompañantes, determinó abandonar el resto y adentrarse lo más
velozmente tierra adentro. Lo hicieron. A cien pasos a la vanguardia, el
capitán Lamar con cuatro hombres, iba explorando el camino; mientras el general
con el grupo principal marchaba al centro. Cerraba la comitiva el capitán
Hernández con otros cuatro que iban a la retaguardia. Cada hombre llevaba el
doble de armas.
El
cargamento que pudieron bajar a tierra y que llevaban consigo consistía en 40
Rémington, 24 cápsulas por pieza, 2
Winchester, 1 Peabody, 17 revólveres, la
mochila de cada cual y dos banderas, una completamente roja y con una estrella blanca y otra cubana, de seda; ambas
habían sido regaladas por unas emigradas cubanas.
Alrededor
de las cinco y treinta de la tarde un enviado del jefe de la vanguardia informó
al general que se había descubierto una choza de guanoy varios casquillos vacío
con el rótulo de Maestranza de artillería;
ello decía claramente que en el bohío estaba o había estado una tropa española.
Goicuría decidió que todos se unieran a la vanguardia y una vez hecho mandó que
la fuerza avanzara en guerrilla sobre la casa, no sin antes recomendar que
cuidaran no herirse entre sí al abrir el fuego. Avanzaron con precaución, pero
al llegar se encontraron con que la casa había sido abandonada días antes,
según permitían suponer las huellas encontradas y la gran cantidad de plumas de
aves, al parecer cazadas por los soldados durante el tiempo que permanecieron allí.
Mandó
el general a sus hombres que descansaran en las inmediaciones o adentro del
bohío hasta el día siguiente. Mientras lo hacían a uno de sus hombres, Carlos
García, se le escapó un tiro del fusil. Sin ninguna otra novedad transcurrió la
noche.
Al
amanecer del día siguiente prosiguieron la marcha por un interminable bosque.
Aproximadamente a las 10 de la mañana el general decidió abandonar la ruta
seguida hasta entonces y dirigirse en busca de la costa. (Esa fue la peor de
todas sus decisiones, pues comenzaron a caminar por los afilados y abundantes
arrecifes que les destrozaron los zapatos).
Luego
de cuatro horas de fatigosa caminata por el diente de perro y nada más haber
avanzado una legua, se vieron obligados a internarse nuevamente en el bosque. Y
entonces sucedió que el capitán Hernández y otros dieciséis expedicionarios se
arrojaron a tierra asegurando que el cansancio les impedía continuar. Mandó el
general que esos descansaran y que los demás continuaran avanzando. Para que
los que quedaban los pudieran encontrar cuando se pusieran en camino mandó que
se dejaran ramas de árboles cortadas.
Así
los de la vanguardia atravesaron el claro de La Resbalosa y acamparon a unas
tres leguas de donde habían quedado los cansados. Allí pasaron la segunda noche
en tierra.
Al
amanecer del 12 de febrero el general y sus acompañantes volvieron sobre sus pasos
para reunirse con los demás. Ello sucedió alrededor de las ocho de la mañana.
Mientras
se reunía toda la tropa, cuatro expedicionarios que se habían adelantado por un
sendero para explorar, regresaron trayendo consigo gran cantidad de papas (patatas),
caña, lechosas y plátanos… hacía dos
días con sus noches que los hombres de Goicuría no habían probado bocado alguno.
Terminado
el festín, mandó el general que diez hombres desarmados fueran a acopiar mayor
cantidad de comestibles. Esos, cuando hubieron llegado al sitio donde estaba la
comida, en lugar de trasladar lo recogido se entregaron al retozo… y el
enemigo, que se encontraba cerca los oyó. Sigilosamente los españoles se
acercaron y pudieron apresar a cuatro de los que jugaban sanamente.
Viendo
que los diez enviados por la comida no regresaban, el grueso de los demás
expedicionarios fueron al lugar al que habían sido mandados. Al llegar
solamente encontraron muchas huellas de humanos y de bestias. Aunque era
peligroso hacerlo, llamaron repetidamente, y entonces del bosque cercano
salieron cinco de los diez que habían ido por los suministros; esos contaron que
habían sido atacados por unos treinta cubanos montados a caballo, entre los que se
encontraba un moreno andrajosos.
El
anterior informe tenía mucho de incierto porque los atacantes eran soldados voluntarios
de Velasco, mandados por el asturiano José Antonio Palacios, teniente
comandante de la partida de exploradores al servicio de una fuerte columna de
aproximadamente 425 hombres al frente de la que se hallaba Marcelino García
Obregón, comandante graduado, teniente coronel de la
infantería y gobernador de la ciudad de Holguín, famoso por su gran
arrojo. Esos ya tenían noticias del desembarco y habían salido a apresar a los
recién llegados.
Los
expedicionarios aprehendidos eran Francisco O'Ryan de 23 años, Carlos Caballero
de 19, Eduardo Gazel de 18 y Domingo Abréu de 17. Los cuatro fueron conducidos
a la ciudad de Holguín y una vez juzgados en consejo de guerra verbal, fueron
ejecutados, pero antes los obligaron a firmar el siguiente documento dirigido
al jefe militar supremo de las fuerzas españolas, conde de Valmaseda:
"Excelentísimo
Señor: Los abajo firmantes, reos sentenciados a muerte por las leyes militares
que en las actuales circunstancia rigen en la isla, a Vuestra Excelencia las lágrimas de
arrepentimiento, engañados por el falso amor a la patria".
De
los diez enviados por suministros, uno se perdió en el bosque. Aunque ese logró
alcanzar el bosque, desorientado, no logró reincorporarse.
Cuando
supieron de la presencia enemiga, mandó el general a sus hombres que acamparan
y preparados para ofrecer combate, esperaron, pero las tropas enemigas no
aparecieron. Al día siguiente contramarcharon hacia la Resbalosa. Encontraron allí los restos de una
choza quemada, un hoyo donde se recogía el agua de lluvia y un punto donde
confluían cuatro senderos. Donde se unían dos de los dichos senderos, colocó el
general una emboscada, luego de regar
cáscaras de cañas y huellas falsas para desorientar al enemigo.
Alrededor
de la dos de la tarde los expedicionarios emboscados vieron a dos hombres
armados que se acercaban… los dejaron acercarse y cuando estuvieron a tiro de
fusil les dieron el alto, pero ellos, en vez de entregarse emprendieron la fuga
a veloz carrera. Los expedicionarios dispararon sobre ellos y los mataron.
Cuando revisaron sus pertenencias supieron que se trataba de espías.
Diez
minutos más tarde de abatir a los espías, los emboscados vieron que al claro de
La Resbalosa llegaba un sinnúmero de soldados que estaban tomando posición de
combate. (Eran esos parte de la columna de Obregón, formada por voluntarios de
Velasco, Uñas, Auras y Gibara).
Por
cierto, sin saber que allí estaba la embocada preparada por los expedicionarios
que andaban buscando, una guerrilla bajo el mando del subteniente Palma fue a
dar precisamente al donde aquellos estaban escondidos. Los revolucionarios no
atacaron a los que se les aproximaban porque aquellos eran más en número. Lo
que hicieron fue esconderse entre la maleza del bosque cercano.
Pero
aunque los expedicionarios no fueron vistos, sí fueron oídos. Un subteniente
español les dio el alto y los cubanos respondieron disparándoles. Entonces los
españoles trataron de cargar a la bayoneta por
el frente mientras lanzaban un grupo de guerrilleros por el ala
izquierda expedicionaria. La acción, mientras, la animaron con el toque de
degüello de la corneta.
Recibido
el enemigo con certeros disparos de los cubanos, muy pronto en el campo
quedaron muertos cuatro hombres de las fuerzas españolas y un herido que logró
escapar a gatas.
El
subteniente español reunió a sus hombres y los arengó, recordando otros hechos
de armas y nuevamente los lanzó al ataque, pero igual la suerte fue contraria a
ellos. Amedrentados los hombres a favor de España por las bajas sufridas en
solo doce minutos, a lo único que atinaron fueron a cubrirse.
El
general Goicuría, vestido con un pantalón de paño negro, camisa de franela roja con bolsillos, sombrero de
castor negro con cordón dorado, escarapela cubana con estrella de plata y ceñido
con un ancho cinturón de cuero negro y con una gran estrella sobre unos de sus
hombros, al principio del combate se paseó de uno y otro extremo de la línea armado de revólver, recomendando a los
patriotas no disparan sin haber apuntado antes a la cintura. Una vez culminado
el encuentro dispuso el general la retirada por dentro del bosque ante el temor
de que los caminos estuvieran
ocupados.Como guías iba el edecán con Manuel Oliva, Nicolás Álvarez,
Juan Moré y Felipe Tabares.
Después
que la vanguardia anduvo un buen trecho, notaron que el general y la fuerza
expedicionaria no les seguían como había ocurrido al inicio de la marcha, por
eso regresaron llamándolos; e incluso, dispararon sus fusiles para hacerse oír
mejor, pero la única respuesta que obtenían era el eco de sus
propias voces y de los disparos, (a partir de ese momento no volvieron a
reunirse los de la vanguardia y el resto de sus compañeros).
Al
oscurecer los de la vanguardia se echaron a tierra completamente quebrantados
por la fatiga, desorientados por las vueltas dadas mientras buscaban a los
suyos… tenían en su poder cien tiros y varios fusiles, por lo que acordaron
defenderse si el enemigo los atacaba y caminar al día siguiente para tratar de
incorporarse a alguna fuerza cubana que estuviera en las inmediaciones.
A
la mañana siguiente los cinco hombres que habían conformado la vanguardia, prosiguieron
la marcha por dentro del bosque. Al atardecer acamparon sin haber comido más
que dos naranjas agrias. Dos días después, hambrientas, solitarios por el
bosque de maniguas bajas que crecen sobre el diente de perro, determinaron que
era preferible entregarse al enemigo y ser ejecutados que seguir en aquella
situación llena de penalidades sin término. Aproximadamente a las 10 de la
mañana del 15 de febrero Manuel Oliva y Nicolás Álvarez tomaron por un sendero
que los condujo a una emboscada del enemigo; apresados fueron llevados
nuevamente a La Resbalosa, donde los pasaron por las armas.
Los
otros tres, Juan Moré, Felipe Tabares y Lamar continuaron caminando. Al
mediodía del 15 de febrero llegaron hasta el camino real… por más que Lamar les
hizo ver lo equivocada que era su decisión, Moré y Tabares no quisieron
internarse nuevamente en el bosque y siguieron caminando por el camino real. Al
rato arribaron a la casa de un campesino que les regaló un pedazo de carne y
les indicó el lugar donde podían encontrar las fuerzas cubanas mandadas por
Loreto Vasallo. Los dos combatientes, llenos de esperanzas, siguieron la marcha
hasta que encontraron a un miserable que los entregó a los voluntarios de
Velasco. Trasladados a ese lugar los pasaron por las armas, junto al campesino
que los había alimentado y también al traidor que los delató.
Mientras
tanto Lamar, segundo jefe de la expedición, continuó solo y extraviado en el monte, alimentándose con
frutas, y carne corrompida de animales muertos, delirando por la debilidad y
con el brazo izquierdo casi inutilizado
por los dolores reumáticos. En la mañana del día 23 de febrero divisó a una
campesina que desde la puerta de su choza lanzaba maíz a las aves y hacia allí
se dirigió. La mujer y su hijo al verlo
llamaron a gritos al dueño de la casa,
Bruno de la Cruz, quien apareció con dos hijos
más e igual cantidad de vecinos.
Por Bruno supo Lamar que se encontraba en Vega del Mano jurisdicción de Holguín
y que quienes le habían encontrado eran partidarios de la bandera española, no
obstante esos le brindaron comida y lo dejaron descansar desde las diez de la
mañana hasta las tres de la tarde, en que lo despertaron para llevarlo ante el
capitán pedáneo del caserío de Velasco.El señor Cruz se excusó por su proceder
diciéndole a Lamar que recientemente uno
de sus vecinos había sido fusilado por haber servido a los expedicionarios y
que eso mismo le había ocurrido a Prisciliano Cardet por encontrarse esperando
a Goicuría para servirle de práctico a pesar de no conocerlo.
Entregado
al enemigo, el día 30 de marzo, cerca de las 10 de la mañana, Lamar fue
remitido de Velasco a Uñas y de esta a
Holguín, donde por orden de
Obregón se le encerró en una sala de distinción.Allí tuvo la oportunidad de ver
a su compañero Pedro Ben, también apresado y de
conocer a Justo Osorio, condenado a 4 años por su condición de
tripulantes del vapor Perrit, que había traído hasta las costas de Holguín el
General Peralta.
El
nueve de abril los prisioneros fueron trasladados hacia La Habana y encerrados
en el Castillo del Príncipe; pocos días después los llevaron a Isla de Pinos y
el 15 de agosto de 1871 fueron deportados a España.
El
3 de marzo de 1870, haciendo referencia a los resultados de la expedición,
Lamar dijo que no pudo salvarse nada del cargamento y que solo 21
expedicionarios lograron incorporarse al Ejército Libertador.
Leer además: Domingo de Goicouría: una vida al servicio dela libertad de Cuba (Por Emilio Roig de Leuchsenring)
Mientras
el grupo encabezado por el general Goicuría, después de vagar varios días por
el bosqueen los montes de Las Calabazas lograron incorporarse a un destacamento
cubano que mandaba Cornelio Rojas. (Los hombres de Cornelio Rojas habían
recibido la orden de ir en socorro de los expedicionarios pero en el camino
tuvieron que batirse con las fuerzas del conde deValmaseda).
Finalmente
el general Goicuría marchó a reunirse con el gobierno de la República en Armas, y, a mediados de la
primavera, regresó al extranjero a buscar otra expedición.
Ejecución de Goicuría |
Ya
en alta mar el general Goicuría fue hecho prisionero por los marinos de un
buque de guerra español y conducido ante el general Caballero de Rodas en
puerto Príncipe. Al no responder a ninguna de las preguntas que le
hicieran, fue encerrado en un local donde se negó a ser visitado por Napoleón Arango quien hacía poco se había
rendido con todas sus fuerzas. De Camagüey fue trasladado a La Habana.
Sobre
su llegada y los posteriores sucesos ocurridos dio cuenta el periódico “Diario
Cubano”, que se publicaba en New York, edición correspondiente al 8 de marzo de
1870:
"Habana,
mayo 7. El vapor Triunfo llegó aquí anoche conduciendo al general cubano
Goicuría bajo una fuerte guardia de marina. Luego fue llevado de inmediato a la
cárcel, donde se reunió un consejo de guerra para juzgarlo verbalmente.
El consejo lo sentenció a muerte por garrote. Goicuría fue puesto en
capilla y hoy a las 4 de la mañana fue llevado al castillo del Príncipe y a las
8 se le dio garrote. Un gentío inmenso
se reunió en lasalturas del lugar. El
general estuvo perfectamente sereno y firme hasta lo último.
“Antes
de morir Goicuría trató de hablar al pueblo o público allí presente, pero solo
le permitieron decir: Muere un hombre pero nace un pueblo... A esa altura de su
discurso lo interrumpieron los músicos de la banda. Entonces el general escupió
con desprecio a la tropa y se sentó sobre el fatal banquillo siendo de
inmediato ejecutado".
RELACION
DEL CUERPO EXPEDICIONARIO:
.
Juan Moré
.
Leopoldo Valdés
.
Manuel Bello
.
Manuel de Armas
.
Carlos García
.
Eduardo Gazet
.
Federico Inchustegui
.
Francisco O' Ryan
.
José de Lamar
.
José García
.
José Drage
.
Juan Carlos
.
John Ashby
.
Manuel Saínz
.
Manuel Oliva
.
Nicolás Álvarez
.
Pedro Ben
.
Pedro Almeida
.
Ricardo Zamora
.
Los hermanos Marqetti
.
Domingo Abreu
.
Carlos Caballero
.
Felipe Torres
.
Félix Buleys González
.
Ignacio Ayala
.
José Hernández
.
Jorge Lorge
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