Por: César Hidalgo Torres
Desde
punta Lucrecia la costa va al sur-sureste a lo largo de 40 millas hasta la
entrada de la bahía de Banes, en un litoral en arco cóncavo. Encontrándose en
esa porción punta Manglito, que consiste en una extensa playa de 7 600 metros
con un ancho de la línea de arena de 70 metros. Y asimismo se encuentra en la
zona punta Mula.
“Si
les cuento las historias de piratas y tesoros ocultos, posiblemente estaría hablando
sin parar por una semana entera y no bastaría ese tiempo para relatarles la mitad del repertorio”,
nos dijo pocos años antes de morir, Germán Méndez cuando lo
visitamos en su casita enclavada en la playa Puerto Rico Libre, a pocas
millas de la entrada del puerto, de Banes y agregó:
“Pero
no se asusten solo les relataré los más interesantes. En ese estero, el del
puente por donde ustedes pasaron, es la desembocadura del río Jagüeyes, fue
navegable en un tiempo.
“En
épocas remotas ese río era un refugio seguro para los piratas que operaban en
la zona, en especial, para uno nombrado William Hasting, que venía tanto para
guarecerse del mal tiempo como para escapar de los galeones españoles. Hasting
también se remontaba río arriba para provisionarse de comida, agua y leña.
“Un
día ese mismo pirata emboscó cerca de la quebrada por donde salía a alta mar,
a un barco corsario que traía un fabuloso tesoro que horas antes le había
arrebatado a un barco que navegaba cerca de cabo Lucrecia.Antes de entrarle a
cañonazo, y aprovechando que era bien cerrada la noche, Hastingordenó
encender unahoguera en la cubierta de su barco para que los del otro barco
creyeran que se trataba de tierra firme, confundirlos y hacerlo encallar para
entonces abordarlo. Y así sucedió. Poco prácticos en la zona, los corsarios metieron
la proa contra los arrecifes, pensando que era mar abierto… y a los pocos
segundos de su varadura una lluvia de metralla cayó sobre la indefensa
embarcación.
“Para
que el tesoro no fuera a manos de los asaltantes, el capitán del barco
corsario sacó parte del mismo para la playa y lo enterró no muy lejos de la
orilla y la otra parte la ocultó dentro de un cañón al que posteriormente le
tapó la boca con plomo. Rato después, destruido por el diente de perro y los
disparos que le tiraban desde la nave de Hasting, el barco corsario se fue a
pique, junto a sus dieciochos cañones que apenas pudieron disparar.
“De
esas piezas artilleras solo se ha sacado la mitad del fondo del mar extraído,
los restantes nueve están como un cuarto de millas de la costa y a sesenta y
ocho metros de profundidad, pues el grueso oleaje empujó el barco hasta allí.
Finalmente
nos relató Guzmán Méndez que él ha bajado, sin careta hasta donde reposan los
cañones, y que notó que uno de ellos tiene la boca taponeada con algo duro.
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