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sábado, 15 de septiembre de 2018

Desde Samá, siguiendo la costa: Río Seco, Lucrecia

Por: César Hidalgo Torres

Siguiendo la costa en dirección hacia el oriente se encuentra punta Samá, que consiste en un saliente semicircular a un metro de altura sobre la primera terraza emergida; la costa es rocosa y cubierta de vegetación achaparrada.
Por ese lugar llegó en 12 de junio de 1870 la expedición mambisa organizada por Francisco Javier Cisneros (jefe de mar) y el coronel Mariano Loño (jefe de tierra). En esta ocasión fue utilizado el barco George B. Upton; la cifra de expedicionarios no se ha precisado aun, aunque algunas fuentes dan el número de 22 y otras 35.
La expedición zarpó de Colón, Panamá, en 4 de junio de 1870 y bordeó la costa sur oriental frente al Pico Turquino donde esperaban desembarcar, pero como no encontraron el lugar convenido giraron al norte por el Paso de los Vientos y llegaron a la localidad de Samá.
Lograron desembarcar 1 590 fusiles Enfield, 155 Remington, 225 Sharp, 8 Sprinfield, 85 comunes calibre 68 a los que se sumaron 99 carabinas, una Sharp, otra Cooper y 97 Roslyn, 15 revólveres Whitney, un cañón revólver (ametralladora) con su parque; 109 000 cartuchos Sharp, 67 000 de Spencer, 35 000 metálicos, 17 000 de Berdan, 500 de Cooper, 20 000 de comunes y 16 000 para revólveres, 400 machetes, 4 875 libras de pólvora, mochilas, zapatos, ropas, telas, medicinas, etcétera[1].
En tierra el traslado de los medios fue lento y penoso lo que provocó que fueran descubiertos por tropas españolas, costándole la vida a su jefe de tierra y capturado parte del cargamento así como varios expedicionarios que posteriormente fueron fusilados.
Francisco Javier Cisneros
La vida del ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros bien merece una película. Combatiente por la independencia de Cuba, promotor de los ferrocarriles en Colombia y audaz empresarios son algunas de las facetas de su existencia que lo distinguieron e hicieron famoso en la últimas décadas del Siglo XIX. Lea: La vida de película del ingeniero cubano que hizo el ferrocarril de Antioquia.

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Después de punta Samá y a partir de punta Caleta Honda comienza una curvatura geomorfológica que dirige la costa en dirección sureste hasta la ensenada del Vino y punta Playa El Vino. Este litoral, desde punta Samá hasta cabo Lucrecia presenta acantilados bajos con alturas de hasta 2 metros. 
Faro Lucrecia
La costa vista desde la torre de Faro Lucrecia
Río Seco
A solo 1,6 kilómetros al suroeste de la ensenada del Vino y a 6 kilómetros al norte del pueblo de Río Seco se ubica una cueva con petroglifos aborígenes que se conoce con dos nombre, El Jobo y Quiñones. Esa es una de las mayores cavernas del grupo orográfico Maniabón; hasta el presente se han cartografiado 3 227 metros. De ella se extrajeron dos importantes petroglifos[2] de los que habló con encomio don Salvador Massip en el Diario de la Marina en 1933 en una colección de artículos suyos titulados “Los descubrimientos arqueológicos de la región de Samá”. En ellos dice que los dichos petroglifos fueron descubiertos por José Aurelio Riverón.
Asimismo debe recogerse que en 1945, Antonio Núñez Jiménez, Arturo Díaz García y Julio Steifel García, fundadores los tres de la Sociedad Espeleológica de Cuba, fueron invitados el 1ro de junio de ese año por el Dr. Víctor Pupo Silva a realizar una visita a esa caverna como parte de la que se conoció como “Expedición Geográfica a Oriente”. La experiencia fue publicada 30 años después en “Cuba, dibujo rupestre”, para reseñar la existencia de la enorme caverna:
“No hay duda de que los dos petroglifos del Jobo representan figuras de una cámara funeraria. Ambos tienes los brazos sobre el pecho (…) la actitud que presentan con los brazos en esa posición es una actitud de tristeza y desolación, la más apropiada para indicar la idea de la muerte, en la cueva del Jobo se descubrió unos 40 entierros humanos, es decir, la cueva fue un gran cementerio”
En el año 2007 la cueva volvió a ser explorada, ahora por Juan Guarch y sus compañeros del Departamento de Arqueología de Holguín. Estos hicieron un plano detallado de la espelunca junto a varios cateos o calas abiertas que practicaron en diferentes puntos de ella sin que encontraran ninguna evidencia arqueológica. También inspeccionaron las paredes en busca de huellas de arte rupestre, pero tampoco tuvieron resultados positivos. Lo anterior indica que los restos arqueológicos de la cueva se perdieron para siempre sin que hoy se conozca el destino de las valiosas piezas precolombinas que seguramente se extrajeron de allí; quizás, en el mejor de los casos, hayan ido a parar a las arcas de algún museo extranjero o, y esta si es una suposición de las peores, se perdieron en manos inescrupulosas o desconocedoras de sus valores.



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Al retornar a la playa de El Vino, la costa se dirige al sur hasta la ensenada de Río Seco, considerada una bahía abierta cuyo litoral es una playa arenosa conocida con el nombre de El Muerto. Detrás de esa el paisaje es casi llano, cubierto por vegetación arbustiva.
Esta ensenada se destaca por su belleza. La playa de 300 metros se ubica al costado de la desembocadura del río del mismo nombre que la ensenada. Toda esa parte está franqueada por una lengua o flecha de arena y custodiada por una barrera de arrecifes de coral. Pocos lugares como este para observar una zona de rompientes en las tardes holguineras.
Vapor Dauntles
Fue en esos escenarios por donde se produjo el desembarco del vapor Dauntless, dirigida y financiada por la “Delegación Cubana en Nueva York” y conducida por el brigadier Emilio Núñez (jefe de mar) y el capitán Luis Rodolfo Miranda (jefe de tierra). El hecho ocurrió en la noche del 28 de noviembre de 1897; desembarcaron 18 expedicionarios que trajeron 250 fusiles y revólveres, 253 000 cartuchos, 1 340 proyectiles para cañón de dinamita, 23 cajas de dinamita, 800 machetes, ropa, medicamentos y otros alijos. El desembarco se interrumpió al aparecer una cañonera española que persiguió al buque; los expedicionarios lograron hacer contacto con las fuerzas del Mayor General Calixto García a quien entregaron tan valiosa carga[3].
En el extremo meridional, entre la vegetación costera espesa y la playa sobresale el pequeño caserío “Embarcadero de Río Seco”, de donde parte un terraplén de 32 kilómetros hasta Banes.
 
A 850 metros del asentamiento se abre la cueva Waldo Mesa, perteneciente a la llanura ondulada de las alturas de Maniabón. Esta se ubica a 50 metros de altura sobre el nivel medio del mar y tiene 164,2 metros cartografiados. Esta espelunca se distingue por poseer un petroglifo. En el techo anida una variada fauna de murciélagos.
El muy prestigioso miembro de la Comisión Nacional de Arqueología, el holguinero Pepito García Castañeda fue quien primero que nadie publicó sobre esta cueva en “Notas de la Colección García Feria” y asimismo describió cómo fue comprado el ídolo (petroglifo), procedente de la cueva banense. Luego el notable arqueólogo norteamericano Irving Rouse recogió esos hechos en su libro “Archaelogy in the Maniabón hill, Cuba”.
Todas las imagines publicadas hasta hoy del Petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, Banes, Holguín, Cuba. (A) García (1941) y Rouse (1942); (B) Núñez (1975); (C) Guarch  y Querejeta (1992); (D) Guarch y Pérez (1994); (E) Guarch, y Guarch (1999).

Antonio Núñez Jiménez hizo un resumen y publicó lo que se sabía hasta entonces, que es casi lo mismo que se sabe hoy:
Uno de los ídolos está hecho en una estalagmita de 0,94 metros de altura y representa los órganos sexuales masculinos. Los ojos, la nariz y la boca también están representados así como las manos colocadas sobre el pecho, todo tallado muy toscamente.
(…) en esa cueva se halló un número de huesos humanos, es decir, que las cuevas petroglíficas de Santo Tomás, El Jobo y Waldo Mesa sirvieron de cementerio a nuestros aborígenes. La primera espelunca fue ocupada por un pueblo pre-agroalfarero, mientras que en las dos últimas hay evidencias de ocupación de los agroalfareros sub-taínos o siboneyes[4].
La ensenada de Río Seco posee una barrera coralina de seis kilómetros que protege este tramo de la costa. Esta queda delimitada al Este por punta Lucrecia con dos playas intermedias nombradas de El Muerto y Larga.
Playa Larga tiene una franja ancha de hasta 75 metros de arena fina a media, con una longitud de 1 200 metros. Está rodeada de uvas caletas y cerca hay una laguna con manglar.
Y a 1,5 km al suroeste de playa de El Muerto se abre la cueva de Colón, enclavada a 20 metros de altura y con una extensión de 125 metros. En su interior viven murciélagos de diferentes especies.


Faro Lucrecia

Se ubica sobre un saliente litoral bajo y rocoso de igual nombre, cubierto de un bosquecillo. Fue encendido por primera vez el 10 de octubre de 1868. Hoy posee un alcance de 21 millas.
Las construcciones de esta valiosa torre de estilo neoclásico representa una seguridad para la navegación nocturna local.
Al lado del faro se encuentran las casas de los torreros. Entre ambas construcciones fueron plantadas casuarinas y cocales.
A partir de este punto se desarrolla la ensenada de Lucrecia.
Cerca del faro y en las inmediaciones de punta Lucrecia se abre la cueva Barburia, la que dista 11,8 km al noroeste de la ciudad de Banes. La espelunca posee una dimensión de 537 metros, de ellos, 15 metros pertenecen a una galería inundada.
Se formó la cueva por las aguas del manto freático y la infiltración del agua de lluvia a lo largo de millones de años. Posee dos salones y un lago. La primera sala tiene 15 por 21 metros con una altura de un metro y una hermosa claraboya que deja pasar los rayos del sol. La segunda sala tiene 22 por 11 metros y el mayor puntal está a 8,5 metros.
El lago alcanza los 37 por 15 metros y uno de profundidad. En él viven guajacones.
Por esos parajes en 27 de julio de 1870 desembarcó la expedición del vapor Upton, a cargo del coronel Mariano Loño acompañado de 35 hombres. No más que esos pusieron pie en tierra fueron perseguidos por las tropas españolas. En el enfrentamiento murió el jefe de la expedición.



[1] Colectivo de Autores: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, Ediciones Verde Olivo, La Habana, t.3, 2004.
[2]Los petroglifos son diseños simbólicos grabados en rocas, realizados desgastando su capa superficial.
[3]Colectivo de Autores: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, Ediciones Verde Olivo, La Habana, t.3, 2004.
[4] Núñez Jiménez, Antonio. Cuba, dibujos rupestres, Editorial Ciencias Sociales. La Habana 1975.




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