Por: César Hidalgo Torres
Después de punta Samá y a partir de punta Caleta Honda comienza una curvatura geomorfológica que dirige la costa en dirección sureste hasta la ensenada del Vino y punta Playa El Vino. Este litoral, desde punta Samá hasta cabo Lucrecia presenta acantilados bajos con alturas de hasta 2 metros.
Siguiendo
la costa en dirección hacia el oriente se encuentra punta Samá, que consiste en
un saliente semicircular a un metro de altura sobre la primera terraza
emergida; la costa es rocosa y cubierta de vegetación achaparrada.
Por
ese lugar llegó en 12 de junio de 1870 la expedición mambisa organizada por
Francisco Javier Cisneros (jefe de mar) y el coronel Mariano Loño (jefe de
tierra). En esta ocasión fue utilizado el barco George B. Upton; la cifra de expedicionarios no se ha precisado
aun, aunque algunas fuentes dan el número de 22 y otras 35.
La
expedición zarpó de Colón, Panamá, en 4 de junio de 1870 y bordeó la costa sur
oriental frente al Pico Turquino donde esperaban desembarcar, pero como no
encontraron el lugar convenido giraron al norte por el Paso de los Vientos y
llegaron a la localidad de Samá.
Lograron
desembarcar 1 590 fusiles Enfield,
155 Remington, 225 Sharp, 8 Sprinfield, 85 comunes calibre 68 a los que se sumaron 99
carabinas, una Sharp, otra Cooper y 97 Roslyn, 15 revólveres Whitney,
un cañón revólver (ametralladora) con su parque; 109 000 cartuchos Sharp, 67 000 de Spencer, 35 000 metálicos, 17 000 de Berdan, 500 de Cooper, 20
000 de comunes y 16 000 para revólveres, 400 machetes, 4 875 libras de pólvora,
mochilas, zapatos, ropas, telas, medicinas, etcétera[1].
En
tierra el traslado de los medios fue lento y penoso lo que provocó que fueran
descubiertos por tropas españolas, costándole la vida a su jefe de tierra y
capturado parte del cargamento así como varios expedicionarios que posteriormente
fueron fusilados.
Francisco Javier Cisneros La vida del ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros bien merece una película. Combatiente por la independencia de Cuba, promotor de los ferrocarriles en Colombia y audaz empresarios son algunas de las facetas de su existencia que lo distinguieron e hicieron famoso en la últimas décadas del Siglo XIX. Lea: La vida de película del ingeniero cubano que hizo el ferrocarril de Antioquia.
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Después de punta Samá y a partir de punta Caleta Honda comienza una curvatura geomorfológica que dirige la costa en dirección sureste hasta la ensenada del Vino y punta Playa El Vino. Este litoral, desde punta Samá hasta cabo Lucrecia presenta acantilados bajos con alturas de hasta 2 metros.
Faro Lucrecia |
La costa vista desde la torre de Faro Lucrecia |
Río Seco |
A
solo 1,6 kilómetros al suroeste de la ensenada del Vino y a 6 kilómetros al norte del pueblo de Río Seco se ubica una cueva con petroglifos aborígenes que se conoce con dos nombre, El Jobo y Quiñones. Esa es una de las mayores
cavernas del grupo orográfico Maniabón; hasta el presente se han cartografiado
3 227 metros. De ella se extrajeron dos importantes petroglifos[2] de los que habló con encomio don Salvador
Massip en el Diario de la Marina en 1933 en una colección de artículos suyos
titulados “Los descubrimientos arqueológicos de la región de Samá”. En ellos
dice que los dichos petroglifos fueron descubiertos por José Aurelio Riverón.
Asimismo
debe recogerse que en 1945, Antonio Núñez Jiménez, Arturo Díaz García y Julio
Steifel García, fundadores los tres de la Sociedad Espeleológica de Cuba,
fueron invitados el 1ro de junio de ese año por el Dr. Víctor Pupo Silva a
realizar una visita a esa caverna como parte de la que se conoció como
“Expedición Geográfica a Oriente”. La experiencia fue publicada 30 años después
en “Cuba, dibujo rupestre”, para reseñar la existencia de la enorme caverna:
“No
hay duda de que los dos petroglifos del Jobo representan figuras de una cámara
funeraria. Ambos tienes los brazos sobre el pecho (…) la actitud que presentan
con los brazos en esa posición es una actitud de tristeza y desolación, la más
apropiada para indicar la idea de la muerte, en la cueva del Jobo se descubrió
unos 40 entierros humanos, es decir, la cueva fue un gran cementerio”
En
el año 2007 la cueva volvió a ser explorada, ahora por Juan Guarch y sus
compañeros del Departamento de Arqueología de Holguín. Estos hicieron un plano
detallado de la espelunca junto a varios cateos o calas abiertas que
practicaron en diferentes puntos de ella sin que encontraran ninguna evidencia
arqueológica. También inspeccionaron las paredes en busca de huellas de arte
rupestre, pero tampoco tuvieron resultados positivos. Lo anterior indica que
los restos arqueológicos de la cueva se perdieron para siempre sin que hoy se
conozca el destino de las valiosas piezas precolombinas que seguramente se
extrajeron de allí; quizás, en el mejor de los casos, hayan ido a parar a las
arcas de algún museo extranjero o, y esta si es una suposición de las peores,
se perdieron en manos inescrupulosas o desconocedoras de sus valores.
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Al
retornar a la playa de El Vino, la costa se dirige al sur hasta la ensenada de
Río Seco, considerada una bahía abierta cuyo litoral es una playa arenosa
conocida con el nombre de El Muerto. Detrás de esa el paisaje es casi llano,
cubierto por vegetación arbustiva.
Esta
ensenada se destaca por su belleza. La playa de 300 metros se ubica al costado
de la desembocadura del río del mismo nombre que la ensenada. Toda esa parte
está franqueada por una lengua o flecha de arena y custodiada por una barrera
de arrecifes de coral. Pocos lugares como este para observar una zona de
rompientes en las tardes holguineras.
Vapor Dauntles |
Fue en esos escenarios por donde se produjo el desembarco del vapor Dauntless,
dirigida y financiada por la “Delegación Cubana en Nueva York” y conducida por
el brigadier Emilio Núñez (jefe de mar) y el capitán Luis Rodolfo Miranda (jefe
de tierra). El hecho ocurrió en la noche del 28 de noviembre de 1897;
desembarcaron 18 expedicionarios que trajeron 250 fusiles y revólveres, 253 000
cartuchos, 1 340 proyectiles para cañón de dinamita, 23 cajas de dinamita, 800
machetes, ropa, medicamentos y otros alijos. El desembarco se interrumpió al
aparecer una cañonera española que persiguió al buque; los expedicionarios
lograron hacer contacto con las fuerzas del Mayor General Calixto García a
quien entregaron tan valiosa carga[3].
En
el extremo meridional, entre la vegetación costera espesa y la playa sobresale
el pequeño caserío “Embarcadero de Río Seco”, de donde parte un terraplén de 32
kilómetros hasta Banes.
A
850 metros del asentamiento se abre la cueva Waldo Mesa, perteneciente a la
llanura ondulada de las alturas de Maniabón. Esta se ubica a 50 metros de
altura sobre el nivel medio del mar y tiene 164,2 metros cartografiados. Esta
espelunca se distingue por poseer un petroglifo. En el techo anida una variada
fauna de murciélagos.
El
muy prestigioso miembro de la Comisión Nacional de Arqueología, el holguinero
Pepito García Castañeda fue quien primero que nadie publicó sobre esta cueva en
“Notas de la Colección García Feria” y asimismo describió cómo fue comprado el
ídolo (petroglifo), procedente de la cueva banense. Luego el notable arqueólogo
norteamericano Irving Rouse recogió esos hechos en su libro “Archaelogy in the
Maniabón hill, Cuba”.
Leer además: El petroglifo de la cueva de Waldo Mesa, Holguín, Cuba. Reconstrucción historico-documental
Antonio
Núñez Jiménez hizo un resumen y publicó lo que se sabía hasta entonces, que es
casi lo mismo que se sabe hoy:
Uno
de los ídolos está hecho en una estalagmita de 0,94 metros de altura y
representa los órganos sexuales masculinos. Los ojos, la nariz y la boca
también están representados así como las manos colocadas sobre el pecho, todo
tallado muy toscamente.
(…)
en esa cueva se halló un número de huesos humanos, es decir, que las cuevas
petroglíficas de Santo Tomás, El Jobo y Waldo Mesa sirvieron de cementerio a
nuestros aborígenes. La primera espelunca fue ocupada por un pueblo
pre-agroalfarero, mientras que en las dos últimas hay evidencias de ocupación
de los agroalfareros sub-taínos o siboneyes[4].
La
ensenada de Río Seco posee una barrera coralina de seis kilómetros que protege
este tramo de la costa. Esta queda delimitada al Este por punta Lucrecia con
dos playas intermedias nombradas de El Muerto y Larga.
Playa
Larga tiene una franja ancha de hasta 75 metros de arena fina a media, con una
longitud de 1 200 metros. Está rodeada de uvas caletas y cerca hay una laguna
con manglar.
Y
a 1,5 km al suroeste de playa de El Muerto se abre la cueva de Colón, enclavada
a 20 metros de altura y con una extensión de 125 metros. En su interior viven
murciélagos de diferentes especies.
Faro Lucrecia
Se ubica sobre un saliente litoral bajo y rocoso de igual nombre, cubierto de un bosquecillo. Fue encendido por primera vez el 10 de octubre de 1868. Hoy posee un alcance de 21 millas.
Faro Lucrecia
Se ubica sobre un saliente litoral bajo y rocoso de igual nombre, cubierto de un bosquecillo. Fue encendido por primera vez el 10 de octubre de 1868. Hoy posee un alcance de 21 millas.
Las
construcciones de esta valiosa torre de estilo neoclásico representa una
seguridad para la navegación nocturna local.
Al
lado del faro se encuentran las casas de los torreros. Entre ambas
construcciones fueron plantadas casuarinas y cocales.
A
partir de este punto se desarrolla la ensenada de Lucrecia.
Cerca
del faro y en las inmediaciones de punta Lucrecia se abre la cueva Barburia, la
que dista 11,8 km al noroeste de la ciudad de Banes. La espelunca posee una
dimensión de 537 metros, de ellos, 15 metros pertenecen a una galería inundada.
Se
formó la cueva por las aguas del manto freático y la infiltración del agua de
lluvia a lo largo de millones de años. Posee dos salones y un lago. La primera
sala tiene 15 por 21 metros con una altura de un metro y una hermosa claraboya
que deja pasar los rayos del sol. La segunda sala tiene 22 por 11 metros y el
mayor puntal está a 8,5 metros.
El
lago alcanza los 37 por 15 metros y uno de profundidad. En él viven guajacones.
[1]
Colectivo de Autores: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba,
Ediciones Verde Olivo, La Habana, t.3, 2004.
[2]Los
petroglifos son diseños simbólicos grabados en rocas, realizados desgastando su
capa superficial.
[3]Colectivo de Autores: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, Ediciones Verde Olivo, La Habana, t.3, 2004.
[3]Colectivo de Autores: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, Ediciones Verde Olivo, La Habana, t.3, 2004.
[4] Núñez
Jiménez, Antonio. Cuba, dibujos rupestres, Editorial Ciencias Sociales. La
Habana 1975.
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