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viernes, 3 de agosto de 2018

Bahía de Bariay

Por: César Hidalgo Torres

Se ubica la bahía de Bariay a 12,5 kilómetros al oriente del pueblo de Gibara y tiene 2 kilómetros de ancho y 2,7 kilómetros de largo.
El canal de entrada de Bariay tiene 800 metros y la profundidad máxima es de 13,8 metros.
El Sur de la bahía es bajo, arenoso, cubierto de manglares, cenagoso y con lagunas costeras. Exactamente es por ahí donde desemboca el río Bariay que a lo largo de su trayecto posee los afluentes: Camayén, Junucún y Guabajaney. Al Este y Oeste presenta acantilados de entre 2 y 4 metros sobre el nivel del mar con crestas coronadas por diente de perro.
En la porción norte-occidental se ubica punta Sabaneta o San Jorge con acantilados de rocas calizas de color gris oscuro que alcanzan los 350 metros de longitud. La acción abrasiva de las mareas sobre esos dichos acantilados arranca de ellos y deposita en los fondos abundantes restos de corales, moluscos y algas, entre otros especímenes fósiles.
En dirección contraria a punta Sabaneta y a 1 296 metros de distancia está punta Bariay, a una altura de 2,2 metros sobre el nivel del mar. Esa tiene forma semicircular con abundante diente de perro en la porción superior. Punta Bariay sirve de referencia para la navegación y su acantilado se interrumpe dando paso a Playa Blanca de Santa Lucía, que tiene forma de concha con 250 metros de longitud. El ancho de sus dunas o arenas oscila entre 15 y 20 metros.
Al sur de la playa está erigido un obelisco dedicado a Cristóbal Colón, confeccionado de hormigón, color blanco y construido en la década de 1950.
Al límite de la tierra firme de playa Blanca hay una pequeña laguna rodeada de manglares. 
Dos kilómetros al este de la playa, en el lugar conocido como Estero Viejo, se encuentra el centro turístico Don Lino. Frente, a solo 100 metros del litoral, se desarrolla una barrera de arrecife coralino.

El pequeñísimo gran lugar de Cuba donde surgió Iberoamérica

Hombres de piel pálida, armados con arcabuces, espadas y ballestas se adentraron en el cayo de Bariay. Como pudieron se abrieron paso por entre la vegetación costera, en dirección a las casas que se veían desde el mar.
Espantados ante la presencia de seres tan extraños para ellos, los pacíficos habitantes abandonaron las viviendas, huyéndose al monte.
Así se inició el contacto indo-hispano en Cayo Bariay.
Detenidos a la entrada de la bahía de Bariay, a la derecha, mirando hacia tierra, se puede ver Cayo Bariay. Tiene ese 2,6 kilómetros, ocupa un área de 210 hectáreas y está rodeado de costas irregulares acantiladas en porción Norte y Este, mientras que el Sur es bajo y cubierto de mangles. El resto del cayo está poblado de árboles diversos y, además de ser lugar singular porque allí comenzó Iberoamérica, lo es también porque forma parte del único cinturón de hibridación de Cuba y porque se encuentra dentro del corredor de aves migratorias de Gibara.
Monumento en Bariay que recuerda la llegada de Cristóbal Colón
Habla el Almirante en el Diario que saltó a tierra y llegó a dos casas, por lo que debió existir un pueblo en Cayo Bariay, sin embargo nunca se habían encontrado evidencias arqueológicas. Por ello, y cuando se aproximaba el Quinto Centenario del hecho histórico, el Departamento Centro-Oriental de Arqueología, radicado en Holguín y bajo la dirección del Dr. José Manuel GuarchDelmonte, apoyados por miembros de la Sociedad Espeleológica de Cuba, iniciaron profundos trabajos de búsquedas en el Cayo.
En marzo de 1991 los arqueólogos excavaron el paradero aborigen ubicado en punta Sabaneta, en el extremo oeste de la entrada de la bahía de Bariay. Hasta entonces era ese el único lugar del que sabía que tenía evidencias de la presencia de hombres antiguos en el cayo. Sin embargo los expertos no esperaban encontrar mucho allí por dos motivos, el primero, que el lugar está cubierto por diente de perro y con muy escasa cobertura de suelo; y el segundo, que era ese un lugar de breves estancias de pescadores, y no de habitación perenne. Los resultados de la excavación fueron fragmentos de objetos rotos, con escasos instrumentos y artefactos aborígenes, más restos de su dieta.
Por tanto si lo que se buscaba era el lugar donde estuvo el pueblo del que habló Colón, había que explorar entre la vegetación espinosa de más adentro. Y lo hicieron.
Finalmente fue ubicado el sitio de la aldea que, presumiblemente, visitó Colón durante su primer viaje. El hallazgo consistió en un montículo oculto entre la vegetación donde aparecieron fragmentos de cerámica, objetos de conchas y de piedra y restos de dieta. En ese escenario, al decir del Dr. José Manuel GuarchDelmonte, debieron estar las dos casas comunales y un bahareque donde se cocinó y se habitó por todo el tiempo de vigencia del poblado[1].
El sitio arqueológico Cayo Bariay se ubica a 200 metros de punta del Gato, sobre un farallón de 5 metros de altura que cae en la vertical sobre el mar. El borde de este está actualmente a unos 15 y 20 metros de la costa, sin embargo estudios posteriores demostraron que en la época del desembarco el litoral debió hallarse unos 250 metros más alejado.
Las dimensiones del sitio alcanzan unos 100 metros de norte a sur, y 50 metros de este a oeste, lo que suman alrededor de 150 metros cuadrados, lo que lo hace un espacio de superficie pequeña, sin embargo muestras claras evidencias de que fue habitado por un prolongado tiempo, tal como se probará seguidamente.
Se encontró en el lugar una grande abundancia de restos de cerámica, propio de sitios de habitación de mayores dimensiones, por ello se infiere que hubo allí una aldea de fuerte enraizamiento y notable desarrollo social para su época.
Ese descubrimiento arqueológico, más las valoraciones cartográficas del enrutamiento colombino por mar, a lo que suma la definición de los puntos paisajísticos enumerados en el Diario, sirvió de prueba para situar el sitio de arribo colombino a las costas cubanas el 28 de octubre de 1492.
Esos estudios mencionados, más otros varios que posteriormente se hicieron, sirvieron para que el Dr. Guarch Delmonte y sus colaboradores hicieran la “Carpeta de productos turísticos del Parque Monumento Nacional Bariay”, escogiéndose para levantarlo las terrazas marinas emergidas con los atractivos siguientes:
1.   Réplica de un Fortín español de la guerra de 1895, hecho de madera dura con aspillera, montado sobre pilotes.
2.   Caney aborigen que sirve como Centro de Información, con servicio de guías que hablan diferentes idiomas.
3.   Maqueta de todo el parque.
4.   Representación de una aldea aborigen de pescadores con muestras de la vida, cultura, costumbres y economía de los habitantes en la zona en el momento de la llegada de Colón.
5.   Pequeña plaza circular que sirve de escenario para la actuación de artistas que representan bailes y leyendas aborígenes. En su entorno está una escultura de un perro mudo, echado con la cabeza entre las patas y en posición de reposo.
6.   Punta de Gato, sitio original con evidencias rescatadas por las excavaciones e investigaciones científicas.
7.   Un restaurante nombrado Colombo, con arquitectura ecléctica que recrea la unión de Ambos Mundos. (Esa representa un caney aborigen combinado con un mesón español del siglo XVI.
8.   Durante 1992 se erigió en punta Sabaneta un conjunto monumentario nombrado “Encuentro de dos culturas”, que rinde recordación a la declaración de Monumento Nacional del lugar. En ese se simboliza el encontronazo de la cultura nacional de Cuba con los invasores europeos y consiste en columnas de estilo griego, símbolos de la vieja Europa, insertadas dentro de un conjunto de ídolos precolombinos reproducidos a escala monumental, que son reflejo de las culturas indocubanas.
En medio de la bahía está señalizado el punto donde Colón debió fondear sus naos con una boya sobre la que se encuentra una banderola con el Escudo de Armas (blasón) del Gran Almirante.


[1]GuarchDelmonte, J.M; Elena Guarch y Lourdes del Rosario: “Bariay. Viaje al plus ultra”, Ediciones Holguín, p. 67, 1993

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