Por: César Hidalgo Torres
Entre
las bahías de Gibara y Naranjo se encuentra otra llanura que ocupa una franja
costera estrecha, llamada Santa Elena. El nombre de ese lugar le viene por una
pequeña ciénaga homónima, ubicada al suroeste de la bahía de Bariay.
Es
ese un paisaje con afloramiento de extensos campos de lapiaz, que son una forma
de erosión formada por acanaladuras en la piedra separadas por estrías
cortantes que han provocado las lluvias (diente de perro). En el fondo de las
estrías hay gruesas capas de sedimentos y en las que están más cerca del
litoral se acumula las aguas que conforman lagunas pequeñas; algunas de ellas
se secan por periodos de tiempo en dependencia de la oscilación de las mareas.
Asimismo
algunos segmentos de rocas se han desplomado y dejan ver pequeñas dolinas o
casimbas. Las de mayor tamaño, pero aun así de moderada magnitud, se han
hallado cerca de la bahía de Naranjo.
La
zona meridional o sur de la llanura de Santa Elena está salpicada por colinas
bajas con pendientes suaves. Pero avanzando más al oriente esas dichas colinas
se tornan más altas, destacando en las inmediaciones de la bahía de Naranjo las
lomas del Convento y los Jagüeyes; la última alcanza 86 metros sobre el nivel
medio del mar. Al Sur de la parte central de la llanura se encuentra la loma
del Burro, que se extiende de este a oeste por unos 7 kilómetros.
Al
Este de la bahía de Naranjo, interceptando la llanura y dándole fin, se alza
majestuoso como una gran mole pétrea con las paredes verticales, el cerro de Yagüajay, que alcanza 262 metros de altura y que está lleno de historia antigua
y leyendas.
Este
cerro tiene unos 4 kilómetros de diámetro y sus laderas oeste, sur y parte de
la norte forman altos farallones verticales de piedras en cuyas paredes
sobresalen las bocas de numerosas solapas y cuevas. El resto de las laderas
está constituido por una larga pendiente que desciende de forma suave hasta los
valles y llanuras circundantes.
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